Ya
conforman una de esas duplas exitosas de padre e hijo entrenadores, que va
camino a entrar en la historia.
Como don Juan Alberto Maldotti y su hijo Juan Carlos, y Pochi Etchechoury y Carly y Dany, que regaron de victorias clásicas y caballos inolvidables el final de un siglo y el comienzo de otro, otro apellido empieza a forjar un legado.
Las carreras, los
caballos, ocupan profesiones que se transmiten entre generaciones sin vueltas:
gustan o no gustan a la descendencia. Los hijos siguen a los padres sin que
haya exigencias o mandatos de un apellido. O van por otro camino. Basta con que
los que no pueden contener la herencia acompañen a un stud, sea jockey o
cuidador, para que empiecen a aprender de esas lecciones que no se imparten,
que se pegan en los chicos y los adolescentes por la curiosidad de la
observación. Después, las charlas que se hacen casi entre pares -eran célebres
las pizzas de los domingos a la noche en la casa de los Etchechoury-, el
asistente que aparece y, al final, el nuevo camino de la independencia que se
abre.
Los ejemplos
entre familias de cuidadores abundan en la historia, no todos igual de exitosos
como por caso Juan Alberto Maldotti y su hijo Juan Carlos, o Pochi Etchechoury
con Carly y Dani. En ellos, es marcada la continuidad de una senda de triunfos
clásicos, que coincidió con etapas brillantes de las caballerizas que atendían,
sobre todo las que pertenecen a criadores. En estos tiempos, Enrique Martín
Ferro y su hijo Nicolás se suman a esa tendencia.
“Mi familia
siempre estuvo ligada al turf; mi padre tenía caballos, entonces de chico lo acompañaba
a San Isidro, al stud de Manzoni”, evoca Enrique Martín Ferro, devenido
entrenador con gran trayectoria ahora. “Después veníamos a Palermo pero a los
lagos: a los menores no se les permitía ingresar y en 1966 tuve la suerte de
ver de allí a Forli ganar la Polla de Potrillos y el Nacional. Tengo grabado en
la memoria el final con Proposal y Falstaff”.
Aquella
inclinación tuvo un correlato: “Estudié veterinaria y trabajé diez años en
training, en San Isidro y La Plata, también en Palermo y en haras. Y en el 86,
cuando muchos veterinarios empezaron a entrenar, como Coco Bullrich, Miguel
Lagos Mármol, Julio Gardel, Lucho Palacios, Bebe Frenkel, yo empecé a cuidar con
clientes que tenía como veterinario y confiaron en mí. Me fue muy bien, en
corto tiempo gané diez carreras.
-Enrique no
puso reparos cuando era evidente qué profesión abrazarías.
Nico: -Nunca tuve
un freno para ser cuidador, hubiese sido difícil ponérmelo. Siempre valoro que
papá me dejó acompañarlo desde chico. Desde que tengo uso de razón mi vida
pasaba por los caballos, quería que me contara todo, cómo habían trabajado,
cómo estaban y siempre esperando la Revista Palermo, la Rosa, la Blanca, y
buscando un rato libre para ir al hipódromo o al stud. Le pedía a mi mamá
faltar al colegio para ira a los haras a revisar potrillos, así que siempre
supe que iba a estar en la actividad. Es un placer compartirlo con mi
papá.
-¿Creés que
ser veterinario te facilitó ser cuidador?
Enrique: -Creo
que sí porque pasé por varias etapas de formación, en especial la
universitaria. Y no digo que Nico no se haya formado, hizo el curso del doctor
Carlos Carabajal, luego se fue a Estados Unidos a trabajar con un entrenador, en
un par de haras y en Keeneland. Quizá fue una etapa dura, porque Nico era muy
chico. Pasó un año allí. La formación es todo.
-Después
trabajaron juntos.
Enrique: -Sí me
ayudó mucho, nos complementamos. Nos consultamos aún ahora que estamos
compitiendo (se ríen los dos). Si estamos por dar un paso aceptamos el criterio
del otro.
-¿Qué es lo
mejor que te transmitió y te transmite tu papá?
-Nico: -Todo. Me
gusta cómo mira los caballos, cómo elige. A él las oportunidades se le dieron
de grande, la tuvo que luchar con caballos con bajo presupuesto, pero siempre
encontrando una perlita en algún lado. Esas ganas de ir para adelante siempre,
de mejorar, es lo que me deja grabado; que con pasión y sacrificio las cosas
pueden llegar. Yo tuve más suerte mucho más temprano.
- (A Enrique)
Igual, cuesta pensar que te llegaron tarde las chances, los mejores caballos, la
caballeriza Santa Inés.
-Nunca es tarde,
pero sí digo que trabajé mucho; como todos vivimos muchas crisis, somos
argentinos, somos muy resilientes, nos recuperamos y volvemos a estar de pie.
Trabajé como agente de ventas además de veterinario, viajé a Estados Unidos a
trabajar. Hice un poco de todo. Siempre estuve en “las ternas” para cuidar
caballerizas grandes pero siempre me tocó “siga participando” (de nuevo risas).
Con Sandro (Misserochi, dueño de Santa Inés) nos conocemos desde hace años: la
primera yegua clásica de su haras, cuando se llamaba Clausán, se la compré yo:
Berry’s Dream, una hija de Engrillado.
-Había que
continuar el trabajo del Flaco Udaondo.
-Y me sentí muy
halagado porque es un amigo y un gran entrenador. Por suerte todo este primer
año juntos las cosas salieron muy bien, hemos ganado muchas carreras, clásicos
y sacamos una yegua espectacular como Nanda Dea junto a un muy buen equipo. La
verdad es que yo estaba en una etapa en la que quería aflojar y acompañarlo a
Nico, la vida pasa por otras cosas y tengo otros proyectos, pero me tomó en este
momento y voy a seguir trabajando con la pasión de siempre.
-(A Nicolás).
¿2023 fue tu mejor año?
-Tengo la suerte
de que hace cuatro o cinco años me mantengo en la misma cantidad de carreras y
en clásicos ganados, por eso no sé cuál fue el mejor, y como siempre se dice,
es más fácil mantenerse que ganar. En 2023 me tocó ganar cinco Grupo 1, cuatro
en 2022, 25 clásicos este año, 24 el anterior y 28 en 2020. Ni en mis mejores
sueños estaba este momento, a mi edad, en la profesión que amo y levantarme
cada mañana sabiendo que vivo de esto…
-¿Pensás en
irte a trabajar al exterior?
Nico: -Quizá sea
una cuenta pendiente, pero hay una vida por delante y estoy muy afianzado acá,
con una linda familia, dos hijas chicas (la segunda, Maika, nació hace diez
días). Entrenar afuera no es fácil, en Estados Unidos uno es un nómade, con una
vida más sacrificada que aquí, que ya de por sí es muy sacrificada. Tuve una
oferta para ir a Arabia pero sentía que aquí estaba dando buenos pasos. Sí me
gustaría competir con mis caballos afuera, como hoy Ever Daddy en Maroñas, me
tocó estar en la Breeders’ Cup con Blue Stripe y me gustaría ir con un lote
fuerte a Dubai o Arabia. Hay que animarse.
Faltaba una
pregunta (retórica) para Enrique. ¿Cómo te sentís mejor con la herencia, en
casa o en el stud? “Como padre estoy orgulloso y como profesional me parece que
tiene una gran capacidad para descubrir los caballos, formarlos, sale de la
zona de confort y logra cosas increíbles, lo vi con muchos caballos; no todos
lo hacen. Es muy seguro, vive y disfruta del trabajo. De chico mostró que tenía
pasión y por suerte lo pude guiar. Más feliz no puedo estar”.
EN NÚMEROS
33 victorias sumaron Nicolás y Enrique en Palermo, en 2023, e igualaron la 2ª posición en la estadística de ese hipódromo, como escoltas de Roberto Pellegatta, líder con 53 impactos.
La rica cosecha 2023
Nicolás Martín
Ferro logró 93 en los tres hipódromos, en San Isidro obtuvo 50 y en La Plata,
10, números que se completan con de los 33 de Palermo. Presentó caballos en 125
clásicos, de los cuales ganó 25, y en 41 de Grupo 1, entre los que consiguió 5
triunfos: Joy Rosy, en el Jorge de Atucha; Epityrum, en el Dos Mil Guineas; Treasure
Island, en la Copa de Oro; Huapango Torero en el Joaquín de Anchorena y
Subsanador, en el GP de las Américas - OSAF.
Enrique ganó 68
carreras. Sus pupilos corrieron 42 clásicos, de los cuales en 10 obtuvo el
triunfo, y de los 9 Grupo en que participó, en 2 finalizó 1°, con Nanda Dea en
el Gran Premio San Isidro, y el potrillo Dark Love, en el Estrellas Juvenile,
ambas en San Isidro y en 1600 metros.