No  necesitas suerte, necesitas moverte, salir de tu zona de confort y desafiar tus propios límites. Por supuesto, no será fácil pero el futuro soñado será un presente anhelado. Oscar Armúa es un herrador argentino que se forjó desde bien abajo y superó etapas. En diálogo con REVISTA PALERMO comentó: "Soy del Chaco. Siendo bebé falleció mi padre y me trasladé con mi madre a Buenos Aires, más precisamente a González Catán, donde estaban radicados mis tíos. A los 12 años comencé con los caballos de polo, en el club Los Indios. Para ese entonces ya vivíamos en San Miguel, provincia de Buenos Aires". Oscar lo habla todo con un castellano claro, aunque mezclado con palabras del idioma italiano. Se florea en la charla, y agrega: "Luego me fui a Pilar y terminé en Capilla del Señor, donde ya había yeguas puras.Allí domaba y preparaba potrillos para training. Y despuntaba el vicio con dos caballos cuadreros de mi propiedad". 

Es inevitable y parte vital de la entrevista el saber cómo fue que se dio su llegada al viejo continente. Oscar toma la palabra: "Mi hermano se fue a Bélgica y luego a Italia. Me consultó si quería probar suerte y me vine con 19 años, en 1991. Mi idea fue venir unos meses o tres temporadas. Pasaron 31 y todavía sigo acá, contento de la vida y agradecido a todos los que allanaron mi camino". Obviamente, ese sendero fue construido con sudor y responsabilidad suya. Y sigue: "Al principio trabajé con ejemplares de salto, en ese entonces fue donde agarré pasión por el herraje y me perfeccioné. Hice cursos por diferentes lugares de Europa, Francia, Alemania, España. Hace 25 años soy herrador profesional, me encuentro radicado en Milány de acá me traslado a diferentes lugares". 

Cuando uno se interioriza por la sapiencia de Armúa con profesionales reconocidos en Italia, cómo Abel Etchecopar (cuidador argentino) y José Isidro Escobar (jockey-cuidador), no dudan en catalogarlo cómo un “as del herrado”, y uno de los top de Europa.

Oscar agradece: "Gracias por tus palabras, es muy lindo el reconocimiento después de tanto luchar. Tengo la dicha de trabajar con el reconocido entrenador Bruno Grizzetti, el "number one" del Norte, Milán. Siempre herrando puros". De charla en charla, del otro lado del teléfono nos sorprende con otra faceta. Y nos tira, entre orgullo y risas: "Te comento que tengo caballos acá, que son de mi propiedad, siempre uno, dos o tres. Mi chaquetilla tiene los colores de Argentina, ¡Mi amado país!", acota con un dejo de nostalgia que se percibe. "Tengo la ciudadanía italiana, y forme una hermosa familia acá, aunque amo mi patria. Va a ser difícil volver, salvo de vacaciones. Ahora hace 4 años que no voy a Buenos Aires. En diciembre tengo intenciones de regresar. La pandemia cambió mis planes y ahora tengo mucho trabajo". El as del herraje, al lugar de Italia o Europa que llega por visita o trabajo, lo primero que dice es: "¡Soy argentino!".

Un orgullo que uno de los herradores más cotizados de Europa sea nuestro, lo que nos demuestra que todo llega.

Oscar Arrúa cuando dejó en plena crisis su patria, sabía que nada iba a ser fácil, pero sí que valdría la pena...