Actualidad
La trayectoria de Néstor Camino: de exitoso intermediario a dedicado directivo
Gustavo González
23/04/2023
Revista Palermo
A pocos días de cumplir 100 años, REVISTA PALERMO es una institución argentina y a la hora de buscar lectores fieles, incondicionales, Néstor Camino, secretario de la Comisión de Carreras de Palermo, es uno de los ilustres, hoy. “Para mí, es fundamental, es la vida misma de la hípica. No conozco una revista así a nivel mundial. Está el Daily Racing Form, en Estados Unidos, alguna en Brasil, pero no encontrás una con tanta información. Es un misterio que sobreviva en este país. Para los que nos gusta la hípica es La Biblia. Encima no hay otra opción, los diarios cada vez se achican más en Carreras, salvo Popular y Crónica”.

Néstor lo dice como lector raso, pero también como directivo de uno de los hipódromos más importantes de América, fundado hace 147 años. “No sé qué sería de la hípica sin ‘la Palermo’. Para los hipódromos es vital porque vende el producto hípico. Es un bien para los hipódromos, no sólo para el público. En los haras está en cada escritorio. La información te permite jugar. Los comentarios, las opiniones, incluso las publicidades para los remates interesan. La he leído toda la vida. La Blanca es una revista para todos los aficionados, pero sobre todo para los profesionales, los propietarios y los criadores. La Rosa es para el apostador”.

La historia de Camino, de 83 años, comenzó en el Jockey Club, bien de abajo, a los 16 años. “Mi papá me dijo ‘o trabajás o estudiás’. Mi hermana es abogada, mi hermano, contador, mi viejo era secretario de la Facultad de Derecho, yo era un burro. Entré como lo que se llamaba ‘mensajero’, traje negro, botones dorados. Ganaba 70 pesos por mes y por ahí hacía 20 de propina por día”, cuenta. Luego de cumplir con el servicio militar, Néstor fue trasladado a la Inspección de Caballerizas, en el Campo 2 de San Isidro. Allí nació su unión con las carreras. comenzó su verdadera carrera. Él lo cuenta: “Conocí al norteamericano que compró a Forli, Dwane Murty, criador y gran comerciante de caballos. A mí me cambió la vida; venía cada seis meses y compraba caballos. Se llevaba seis o siete en veinte días”.

Camino agradece. “¿Viste cuando algo se tiene que dar? Yo no hablaba inglés, tenía una secretaria, y él hablaba en espanglish. Fui su apoderado durante quince años. Yo le recomendaba y los íbamos a ver. Y como me gustaba aprendí sin darme cuenta de pedigrees, físicos, lo ayudaba, pero nunca pensé que iba a relacionarme con un norteamericano como él”. 

Forli hizo carrera como padrillo en Claiborne, de Kentucky. Néstor empezó la suya y conoció a Ignacio Pavlovsky, al que contrató para que hiciera las revisiones de los caballos que compraba su cliente. “Con él viajábamos por el país en una compañía de cargueros que se llamaba Entre Ríos; sabías cuando salías pero no cuándo aterrizabas (se ríe)”. 

Cuando el veterinario partió a Francia para ser asistente del gran Ángel Penna, que en esos tiempos tenía a la fenomenal Allez France, le recomendó a Camino que se fijara en Liloy, que era sparring de la yegua, y lo trajeron a Abolengo. Su campaña fue excepcional, con I’m Glad, ganador del Carlos Pellegrini como insignia. “Daba todo, velocidad, fondo, precocidad”. Murty se ineresó por Liloy y se lo compró a Abolengo por el doble de lo que lo había pagado el haras.
También Néstor había recomendado la compra de otro gigante, Good Manners. “Fuimos a verlo a Estados Unidos con Baby Victorica Roca [propietaria de Ojo de Agua] y su marido; en el box, ya la cabeza impresionaba, un machazo, y cuando salió vimos que sacaba una mano para afuera (uh, para esto viajamos, dije). Pero Baby me dijo: ‘No quiero ver más caballos, el que vi hoy es el que voy a comprar. No te preocupes por la mano, lo vamos a mostrar con el pasto alto’”. Camino coincide cuando le decimos que fue un caso parecido al de Southern Halo, que a pesar del defecto en una mano y el estado en que se lo encontró en la segunda inspección, Hernán Ceriani Cernadas lo trajo para hacer historia en La Quebrada.

“Era un riesgo, porque si la primera generación da más o menos, ¿cómo vendés la segunda? Lo transmitió Good Manners, pero corrían como locos, Farnesio no tenía buenas manos; Gioconda era bárbara, pero tenía una mano fea. Cuando empezaron a correr los hijos ya no lo veían tan chuecos; daba machos y hembras, en 1000 m y en 2500 m; claro, Ojo de Agua tenía muy buenas yeguas y padrillos que no daban, Martial, Neápolis… 

Esa trayectoria en el gran turf, a la que hay que agregar fenómenos como Keats y Four Fingers, y continúa hoy cuando asesora a amigos como Pablo Maggio, es la que llevó a Néstor Camino a hipódromo de Palermo, donde su experiencia es palabra sagrada.
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