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Enrique Olivera: “Por el cambio tecnológico en el Stud Book recibí muchas trompadas”

Además de ser un hombre de turf, Oliver proviene de la empresa privada, es un informático, como se define a sí mismo.

29/09/2021
Revista Palermo

Enrique Olivera no está en el Stud Book por azar, o porque hiciera méritos dentro de la comisión directiva del Jockey Club y le tocaba la designación. En muchos momentos de la charla va a hablar de “clientes” y con eso revela que, además de ser un hombre de turf, proviene de la empresa privada, es un informático, como se define a sí mismo, entonces la búsqueda de agilizar el tiempo que demanda un trámite en el registro de caballos sangre pura, árabes y anglo árabes de competencia encuentra un bienvenido maridaje.

“Hay una continuidad desde que mi padre era presidente del Jockey Club, al poco tiempo entré en el oficialismo con Miguel Crotto, como vocal del Stud Book, ya a los dos o tres años me pidió si podía hacerme cargo del Stud Book. No fue por mi conocimiento en tecnología”, explica.

Es sabido que Enrique es hijo del homónimo dirigente radical fallecido en 2014, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires entre 1999 y 2000, cuando siendo vicejefe sucedió a Fernando de la Rúa, Presidente de la Nación electo, y Presidente del Jockey  Club hasta el último día de su vida. Afiliado radical, sin tiempo de militar, asegura ante la pregunta sobre por qué no es dirigente político: “Porque es muy absorbente, lo viví al lado de mi padre, no tenés otra cosa que la política, ni familia” y de paso opina que “la grieta es un atraso”.

Hasta hace cinco años, Enrique era el country manager de la empresa española Indra, que tiene 1500 empleados en la Argentina. “Me fui de la vía corporativa y ahora estoy con un proyecto propio, también en España, de una tecnología muy de punta que pronto veremos. Conozco el proyecto de cambios tecnológicos, la resistencia al cambio”, asegura quien sabe que la informática es una cuestión difícil de digerir en una sociedad no siempre permeable a modificar sus rutinas.

Sobre las elecciones y la modernización, cuenta: “Todo eso lo sé muy bien porque la compañía que presidía hacía los escrutinios provisionales hasta 2017 y lo hace ahora de nuevo. Si hay algo a lo que la informática ayuda es a que no haya fraude, porque siempre deja un rastro, en cambio un papel se quema y no existió nunca. Hay distintas formas de meterle tecnología a una elección, una urna electrónica por caso, pero el gran paso que tenemos que dar es hacia la boleta única… y no damos ningún paso. Hay muchas formas de fraude. Es mucho más complejo que el Stud Book”.


La pandemia y el trabajo en el registro

“Por supuesto hubo problemas con la gente que no venía a trabajar. Es un tema cultural. Trabajaban en casa. Una cosa es el perfil del cliente y otra cosa es el perfil del funcionario, al que cuesta mucho inculcarle la tecnología, más allá del caso puntual del Stud Book; yo estuve siempre en tecnología. Los grandes cambios cuando ponés sistemas a menudo fracasan cuando la gente no quiere usarlos, porque le cuestan. Recibí trompadas, pero no había otra que poner la cara”, enfatiza Olivera, y se mete en una cuestión de idiosincrasia: “A veces las crisis muestran lo que hacés bien y lo que hacés mal, con quiénes podés contar. En muchas compañías se dieron cuenta de quiénes tenían la camiseta, quiénes se refugiaban en la casa para no ir a trabajar y los que intentaban trabajar de cualquier  manera”.

-¿La implementación de Internet en el sistema del Stud Book te la debemos a vos?

-No, es una política del Stud Book a la que le hemos dado continuidad, y te aclaro que falta un montón. Porque eso es lo que ven ustedes, pero lo que estamos tratando de poner en foco es mejorar los sistemas internos de gestión para dar nuestro servicio. Es lo que se llama web nable (viene de enable, habilitar en español) o sea una opción para que muchos de los trámites puedan ser autogestionados por el cliente...

-… y no va a necesitar que lo atienda un empleado.

 -Claro, es como cuando uno hace una operación con el banco. Va a costar, porque a la gente le gusta el papel, ver la firma, que vaya para tal o cual sección. Es un tema por el que tuve algún que otro disgusto, al margen de la cuestión de la pandemia y de que la gente no estaba vacunada (más de una vez hubo que cerrar las oficinas porque surgía un contagiado), el problema es que la gente se instala en el mostrador. Yo lo he sufrido porque hice los trámites de mi haras (Los Olivos) desde que tenía 14 años, y tenía que pasar dos horas en el Stud Book para anotar tres caballos.

Un cambio cultural

Para Olivera es clave que se entienda que se deben agilizar los trámites. “Hace un tiempo hemos instrumentado que los criadores que están a más de 500 km envíen las fotos de los animales por Whatsapp; los veterinarios aquí las reciben y hacen la ficha. Costó mucho hacer algo tan sencillo como eso, aunque por ahora no se consiguió en un 100 por ciento. Deben familiarizarse todos. Y aunque estén a menos distancia también se reciben, en algunos casos. Ahora tenemos casi listo un procedimiento para tomar los dibujos para las verificaciones de los animales con una tablet, no en papel, con un modelo preestablecido al que se hacen las marcas. Es un cambio cultural, en la cabeza”.    

El confinamiento y los cuidados obligaron a aguzar el ingenio, los métodos: “Uno de los objetivos fue que la gente volviera a trabajar a pesar de no ser esenciales en su momento y otro fue cómo gestionar el riesgo de contagio, porque las oficinas del Stud Book no están preparadas para una pandemia”.

En el mismo sentido subraya un aporte que quedará en el tiempo: “En noviembre del año pasado se pudo abrir una oficina satélite, en el centro de entrenamientos de San Isidro –Campo 2-, que funciona a las mil maravillas. Hay tres empleados, está trabajando casi a la par que la de Cerrito y como hay espacio se puede recibir gente. Igual, la idea es no atender los trámites en sí porque es muy ineficiente, se pierde mucho tiempo, pero por lo menos para la entrega de los microchips y los pasaportes [el documento necesario para circular por el país] o para atender a alguien que tiene un problema muy específico, sirve. No se podía abrir Cerrito ni tener cola en la puerta”.

El presidente del Stud Book reconoce que no sólo había inconvenientes por la inevitable falta de predisposición: “Cuando las carreras estaban suspendidas no teníamos personal ni se podía atender; los sistemas son antiguos como para trabajar desde la casa en forma eficiente. Y había que definir prioridades. La prioridad fue el certificado de correr, que no podía fallar. Eso implica la transferencia, revisar si está todo hecho. Antes de eso estaba la cuestión de dar turnos para retirar microchips y análisis de ADN porque venían las ventas, todo con recursos escasos. Ahora hay muy poca atención al público en San Isidro, con turnos. Estamos esperando que todos tengan la doble dosis de la vacuna”.

En la Argentina, basta con entrar en la web de Stud Book (www.studbook.org) para acceder a toda la información sobre los sangre pura de carreras argentinos, sin costo. “Hay que mejorar la cuestión de la incorporación de los pedigrees internacionales. En el exterior eso se cobra, acá se da el servicio gratuitamente. Si hacemos un convenio con Equibase, por ejemplo, hay que pagarlo. ¿Y cómo se hace para empezar a cobrar algo por lo que no se paga?”, señala Olivera.

-¿Estamos atrasados en informática aplicada al turf?

-Para mí, que soy tecnológico, todavía estamos en la prehistoria. El día de mañana buscaremos implementar la firma digital, por la cual se puedan hacer trámites que hoy requieren una certificación bancaria o de un escribano, como una transferencia, temas  que requieren encriptación.

El objetivo del Jockey Club y en particular de Enrique Olivera es modernizar el Stud Book para facilitar los procedimientos, que el cliente se autogestione. “Y por qué no, que en el futuro se preste el servicio a Stud Books extranjeros, especialmente de Latinoamérica. Después, tratar de ponernos al día con todo lo que pasó, y actualizarnos en tecnología, que venimos muy retrasados”.

  

EL HARAS LOS OLIVOS

Enrique Olivera y su hermano Bernardino –tío del presidente del Stud Book- fundaron Los Olivos. “Empezaron con el stud. Compraron una potranca, Manille, hija de Montparnasse, en el haras Argentino, y tuvieron “la mala suerte” de que ganara cuatro carreras. Después compraron a La Susana (Full Speed), una ganadora como de veinte carreras en el Interior, y la mandaron al haras El Tala porque eran amigos de los Crespo, para que la sirviera Farley. De su primera generación sale La Gris (Ahmad), que para nosotros es la yegua fundadora de Los Olivos, ganadora de cinco, dos clásicos. A pesar de haber liquidado hay yeguas con esa línea en Los Olivos y en El Paraíso, como La Parodi”.

Los Olivos está en la Ruta Nacional 5, entre Luján y Mercedes. “Hoy sigo con diez yeguas. Tengo dos muy buenos empleados, Máximo García y Carlos Gómez, que están hace 40 años”. La fidelidad y la mano de obra imprescindible que es un sello de las carreras. “Somos 5 hermanos y sólo yo soy burrero. Es como el que le gusta el campo y el que no; yo tengo 4 hijos y a una de mis hijas le gusta, sabe lo nombres de las yeguas, pero no viene al hipódromo”, revela Enrique sobre la desafiante trama de la herencia y la transmisión de la pasión. Que también es inherente al turf.

Por Gustavo González

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